22/10/17

¡La odio!: Emoji: La película

¡La odio!: Emoji: La película


¡La odio!: Emoji: La película

diarioconcepcion.cl.-Esteban Andaur

¿A quién se le ocurrió que hacer una película de los emojis era una buena idea? ¿Y hacerla comedia? ¿Y dirigirla al público infantil? ¿Puede haber una mente más siniestra?

Sí, porque Emoji: La película (2017) es una realidad atroz. El filme es un insulto a la inteligencia, incluso de la gente más idiota, aunque, tal vez por lo mismo, sólo ellos la puedan disfrutar.

Un adolescente tiene un celular que presenta varios problemas de funcionamiento, y no puede mandarle emojis a la niña que le gusta. Y luego la película nos lleva adentro del celular y vemos que existe una ciudad propia dentro del teléfono móvil, donde los emojis viven en casas y departamentos, se desplazan por calles con verdadero tráfico, y trabajan en una gran empresa cuyo objetivo es que los emojis pongan las caras que tienen asignadas.

Sin embargo, uno de ellos, un pequeño meh, hijo de padres meh, no puede poner la cara que debe, y el emoji que el dueño del teléfono ve en su pantalla es incoherente, porque no corresponde a ningún emoji conocido. Entonces el meh es amenazado de muerte por la dueña de la empresa, y debe escapar y encontrar una forma de volver reprogramado para cumplir con su función y salvar su vida.

¿Tenemos que obligar a los niños a visionar cómo un emoji corre riesgo de muerte porque no puede cumplir con su trabajo? Algo que debería causar pesadumbre y angustia, se vuelve ofensivo debido a su enfoque cínico y hasta festivo. La verdad, es el tipo de contenido de una sátira de ciencia ficción adulta. Así es, ésta debió ser una comedia de animación adulta, como lo fue el año pasado La fiesta de las salchichas. Quizá entonces Sony Animation Pictures habría conseguido algo más o menos decente.

Y que los compañeros del muchacho le digan que para qué le va a escribir un mensaje a la niña que le gusta, cuando puede mandarle un emoji… Bueno, en primer lugar, es un pésimo consejo cuando se trata de conquistar a alguien; si te mandan puros emojis en lugar de palabras dentro de oraciones, es terrorífico; y porque los niños tienen que aprender a escribir y leer bien, lo cual les ayuda a pensar mejor, sobre todo en una época en que los niños presentan altos índices de una deficiente comprensión lectora, y los errores de ortografía están a la orden del día.

Y hay peores lecciones aquí. Otra cosa que el meh <> (si podemos decirle aprendizaje), es que le conviene piratear softwares para reprogramarse. Pero ¿debemos enseñarle a los niños que es bueno piratear? Los adultos sabemos que a veces es necesario piratear softwares porque no hay otra posibilidad, y lo reitero: a veces. Es evidente que los niños de hoy, hábiles para manejarse en tecnología, también saben que es así; pero eso no significa que una película infantil les entregue ese tipo de contenidos sin ningún tipo de filtro moral. ¿Y por qué el meh tiene que someterse al sistema, en lugar de iniciar una revolución, por ejemplo?

Además, Emoji: La película es una fiesta de product placement. Vemos Facebook, Instagram, YouTube, desplegados de la forma más abyecta y desprestigiosa que he visto en el cine: las aplicaciones abarcan secciones importantes del metraje, y es intolerable como los realizadores nos restriegan marcas en la cara.

Tampoco le falta el humor escatológico que encontramos en Caca, por ejemplo, un emoji que, personalmente, nunca uso, ya que me da asco. Sí, la Caca es un personaje en el filme, y tiene un hijo de excremento. Y hablan entre ellos, guácala. Qué falta al respeto.

Si hay algo bueno respecto a la película (y lo hay), es el cortometraje que precede al horror. ¡Perrito! (2017) es una animación del universo de Hotel Transylvania (2012), dirigido y escrito por su creador, Genndy Tartakovsky (de la serie de Cartoon Network El laboratorio de Dexter). El corto es de una comedia negra raramente vista en el cine, pero no es de mal gusto ni ofensiva para los niños, y entretiene.

Pero, al final, Emoji: La película sólo provee un visionado carente de inspiración, alegría, cerebro y buenas intenciones. Es oscura y perniciosa, floja en ideas. La odio. Y aquellos padres que de verdad sean responsables y amen a sus hijos, elijan otra cosa: sus hijos merecen ver películas edificantes mientras puedan.

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