12/8/18

La romántica historia de una película que transformó para siempre la vida de Puerto Vallarta

La romántica historia de una película que transformó para siempre la vida de Puerto Vallarta

La romántica historia de una película que transformó para siempre la vida de Puerto Vallarta

En 1963, el director John Houston se trasladó a la costa del Pacífico para filmar "La noche de la iguana", que convirtió aquel pequeño pueblo de entonces en uno de los destinos turísticos y cinematográficos más conocidos}


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Hace 55 años, en septiembre de 1963, cambió el destino de un puerto mexicano entonces casi desconocido.

Vallarta, ubicado en la costa del Pacífico del estado occidental de Jalisco, era un lugar prácticamente desconocido para el mundo, hasta que el director estadounidense John Houston puso allí su lente para filmar La noche de la iguana, una adaptación de la obra del mismo nombre del reconocido escritor Tennessee Williams, que protagonizaron Richard Burton, Ava Gardner, Sue Lyon y Debora Kerr.

Esta fue una película emblemática en la filmografía de Houston, que sirvió además como escenario de fondo de uno de los romances más famosos de la época: la primera etapa de la larga relación –en capítulos– entre Burton y Elizabeth Taylor.

Desde el arranque de la filmación, los destellos de fama hollywoodense iluminaron Vallarta y colocaron el puerto a la vista de la mirada internacional. A partir de ese momento, el lugar se convirtió en una flamante zona turística y refugió de las estrellas de cine.

Por eso el puerto, en 1989, al celebrar los 25 años del estreno en cines de La noche de la iguana, levantó una escultura en cobre de John Houston, el hombre que puso los ojos del mundo en Vallarta y el lugar que él mismo eligió para pasar los últimos años de su vida.


Houston en México

Pero corramos la cita atrás. Vallarta no fue el primer destino del director John Houston en México. Antes ya había filmado en este país El tesoro de la Sierra Madre, de 1948, que tuvo como protagonistas a Humphrey Bogart, Tim Holt y Walter Huston, el padre del director.

Houston había elegido Tampico, en el estado de Tamaulipas, para rodar esta cinta que mereció el Óscar a mejor dirección, mejor guión y mejor actor (Walter Huston). Pero la gente se opuso luego de que apareció publicado un artículo en un diario local en el que se afirmaba que la película "denigraba" la imagen de México.

Aunque el malentendido se aclaró gracias a la intervención de amigos mexicanos de John Houston, como el muralista Diego Rivera y el pintor Miguel Covarrubias, el director decidió sólo grabar algunos planos de la película en Tampico y trasladar las locaciones a Michoacán.

En la comunidad de San José Purúa, Houston concluyó el rodaje de la historia de los tres buscadores de oro, basada en una novela de B Traven, cuyo nombre irá ligado a la cinta porque más tarde despertó la sospecha que de que él mismo había acompañado al director a lo largo de toda la filmación y aun en la posproducción con el seudónimo de Hal Croves, uno de los varios que supuestamente utilizó en su misteriosa vida.

No queda claro si Houston supo alguna vez que aquel que se presentó ante él en Acapulco como representante para todos los asuntos relacionados con la obra de Traven era el mismo escritor, según sospechas. Pero crónicas de la época y las investigaciones posteriores sí dan cuenta de que la relación entre ambos acabó mal.

A pesar del éxito de la película, a Croves –o B Traven– no le gustó nada la adaptación y hasta publicó un artículo en la revista Life en la que advierte que Houston no volvería a utilizar jamás una novela de Traven y en Time acusó al director de ser un "mal observador".


La odisea Vallarta

La accidentada historia que acompañó la filmación de El tesoro de la Sierra Madre en México –suspendida en origen luego del ataque japonés a Pearl Harbor– no desalentó a Houston a la hora de buscar la locación para la cinta La noche de la iguana, casi 20 años después.

Originalmente, el director pensó en Acapulco, pero el lugar ya le parecía demasiado obvio a la vista del público, de modo que comenzó a buscar otras locaciones. Conocía algunas partes del país, pero nunca había estado en Vallarta, que entonces no era más que un remoto pueblo de pescadores.

El lugar, sin embargo, había atraído la atención de un ingeniero mexicano de nombre Guillermo Wulff, a quien todo el mundo llamaba "Willy". El y su esposa Nelly Galván se habían enamorado del puerto al conocerlo en 1956, cuando tomaron vuelo inaugural de la línea aérea Mexicana de Aviación con destino a Vallarta desde el puerto de Mazatlán, en Sinaloa.

En ese estado Wulff trabajaba en la ciudad de Nogales como contratista, pero al pisar Vallarta no regresó más. Fue su esposa Nelly quien se encargó de cerrar todos sus negocios en Sinaloa y hacer la mudanza a Vallarta.

Según el libro Puerto Vallarta, 150 años de historia, editado en 2001, fue Wulff quien llevó el primer automóvil al lugar, en avión, desde Guadalajara, y el que introdujo la primera línea de teléfono al abrir sus primeros negocios: una tienda de artesanía y un pequeño hotel. Más adelante su esposa se dedicó a comercializar prendas confeccionadas por grupos indígenas de la zona.

Houston conoció a Wulff en una cena en Los Ángeles, según recordaba el mismo ingeniero mexicano en una entrevista incluida en el libro de aniversario de Vallarta. "En la cena me preguntó dónde vivía y al decirle Vallarta me sugirió que lo invitara". Y así fue.

Wulff llevó a Houston a conocer cada rincón de Vallarta, entre otros, la playa de Mismaloya, donde no había nada. Houston, que para entonces ya tenía en sus manos en guión de La noche de la iguana, quedó fascinado con el lugar y Wulff le sugirió filmar allí la película.

"Casi se muere –recordaba el ingeniero y empresario–, pues en realidad no era un lugar propicio". Sin embargo, a Wulff se le ocurrió proponerle como negocio desarrollar el lugar, y explotarlo turísticamente al acabar la película. Le dijo: "Podemos construir algo, desarrollamos el lugar, lo disfrutamos por 30 años, le sacamos jugo y te doy la mitad", le dijo el ingeniero a Houston. Y convencieron a las productoras Seven Arts y Meyer.

Fue el peor negocio en el que se embarcó el empresario mexicano y así lo recordó años más tarde. "Me entregaron el mando con la condición de entregarles todos los sets, todas las casas, servicio de recamareras, cambio de blancos, lanchas, restaurantes, bar, pagarles a todos los extras. Y yo de tonto firmé el contrato".

A todas luces, las condiciones no eran las mejores para Wulff: tenía que ofrecer todos los días 3 alimentos a cada uno de los integrantes del equipo de la película, a cambio de 5 dólares al día y, si acaso resultaba insuficiente el pago, entonces las cuentas se arreglarían en Vallarta. Pero no sucedió así.

Llegó el momento en que Wulff se hartó porque el costo del servicio que había aceptado prestar ascendía a 15 dólares por día por persona, lo que le significa una pérdida de 5.000 dólares diarios, según sus cuentas, y les puso un ultimátum: "Mañana no hay nada, ni agua, ni luz, ni lanchas, ni nada mientras no se sientan a discutir conmigo", les dijo.

A la mañana siguiente, muy temprano, llegó a Vallarta un avión con el secretario de Gobernación (entonces Luis Echeverría) y el gobernador de Jalisco (Juan Gil Preciado) para convencerlo de cumplir el contrato porque no podían ya detener la filmación de la película y las compañías de cine habían amenazado con jamás volver a filmar en México, narró el mismo Wulff.

"Ahora ya te fregaste y tiene que seguir", le dijeron. "Y me fregué", reconoció. "Esa diferencia de 10 dólares se convirtió en un déficit de 250.000 dólares en puros alimentos, y yo quedé a deber cerca de 200.000 dólares a Bancomer (un banco de la época)".

Houston además no quiso apoyar a Wulff en una demanda contra las productoras, aunque supuestamente era su socio. Le dijo que ponerse de su lado le iba a significar no volver a filmar una película.

Al final fue Richard Burton quien le ayudó y le regaló 10.000 dólares. "Coincidía conmigo que eran unos desgraciados", contó Wulff, quien tuvo un papel protagónico trágico en la filmación de una de las películas más emblemáticas de Houston.

Wulff recordó más tarde que la sola producción de la película había resultado toda "una odisea", en la que habían participado hasta 500 personas. "Diario transportaba en lancha una tonelada de tortillas, carne, frijol, arroz, pan", dijo. Incluso aseguró que la misma producción de la película se había filmado. "Por allá alguien en Los Angeles la debe de tener".

Pasaron muchos años para que Wulff volviera hablar con Houston, aun cuando el director eligió Vallarta para vivir sus últimos años. "Había buscado una reconciliación enviando mensajes de que deseaba que yo le hiciera su casa en Majahuitas (la playa donde construyó su casa). Pero yo me negué", aseguró el ingeniero mexicano.


Y cuando Taylor llegó…

En cualquier caso, y al margen del mal negocio que resultó para Willy Wulff la filmación de La noche de la iguana, la película resultó en éxito y puso a Vallarta en las primera planas de periódicos y revistas del mundo. Y no sólo por la obra de Houston.

La película comenzó a rodarse envuelta en el aire de uno de los romances más famosos de Hollywood: el que protagonizaron Richard Burton y Elizabeth Taylor, que en aquel año de 1963 apenas había comenzado.

Por eso Houston debió aceptar como condición de Burton, protagonista de la cinta, que con ellos viajara Elizabeth Taylor (quien en realidad no quería dejarlo solo con Ava Gardner). El director aceptó y llevó Burton y Gardner a conocer la locación, quienes dieron su visto bueno. Inmediatamente detrás llegó Taylor, que fue un imán para la prensa desde el momento en que pisó Vallarta.

"Hubo un momento que en Puerto Vallarta hubo más periodistas que iguanas", dijo Houston cuando comenzaran a llegar periodistas de todo el mundo tras la huella romántica de Burton y Taylor.

"Calculamos que la publicidad que salió en los periódicos llegó a 40 millones de dólares", recordaba Wulff. "Diario estábamos en los periódicos de Londres, Roma,  París. Aparecía diario en portadas Liz Taylor en Puerto Vallarta. Había 40 periodistas instalados aquí de planta. No aguantábamos a los paparazzis".

La pareja alquiló a un señor de apellido Wilson una de las casas más bonitas del puerto (que hasta la fecha existe como un hotel boutique ubicado en la calle Zaragoza 445 del centro de Puerto Vallarta), que todavía llaman "La Kimberly".

Después Burton compró la propiedad y otra casa de enfrente y mandó construir un puente, que en su momento la gente del lugar llamó "El puente del amor". Burton le regaló las dos propiedades a Taylor al cumplir 32 años.

Cuentan que Taylor se acomodó tan bien en aquel pequeño pueblito de la costa del Pacífico, que hizo amistad con algunos pobladores, entre ellos el hijo pequeño de un vecino. Meses después de rodada la película, las notas periodísticas de la época cuentan que la actriz volvió sólo para asistir al bautizo del niño. Y después siguió visitando el puerto.

A Vallarta también se trasladó Tennessee Williams para apoyar a Houston en algunos diálogos del guión, así como el novio de la actriz Sue Lyon, a quien Houston le prohibió acercarse al set porque la desconcentraba, según sus propias memorias.

La prensa llegó a advertir que aquello podía convertirse en un desastre ante tanto "ego" junto. Previendo esa posibilidad, Huston reunió a sus actores antes e viajar a Vallarta y a cada uno le regaló un revólver Derringer. "Dentro hay unas balas doradas en las que están escritos los nombres de los demás", les dijo. "Si las necesitan durante el rodaje, utilícenlas y así me evitan a mí problemas".

No ocurrió nada y todo fue "suave como la seda", escribió el director en sus memorias. Lo que sí sucedió fue una explosión de fama para aquel puerto recién descubierto por el mundo, que desde entonces compitió con Acapulco como una de las locaciones favoritas del cine de Hollywood.


El fin del paraíso

Para Houston, la atención que despertó la película fue el principio del fin de la tranquilidad del lugar que él mismo había elegido para vivir. En 1976 Houston se instaló en una de las playas conocida como Las Caletas, entre la comunidad indígena de los chacala, a donde sólo es posible todavía ahora acceder por lancha.

Houston obtuvo la concesión de la tierra durante 10 años, con opción a ampliarla 10 años más. Después de ese periodo, dispuso que la tierra y todo lo que él construyó pasara a manos de la comunidad, como sucedió también con los terrenos de Mismaloya, en acuerdo con Wulff. Y así sucedió después de su muerte en 1987.

La noche de la iguana se convirtió así en el despertar de uno de los puertos turísticos mexicanos más conocidos ahora.

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